Corporis fabrica

Sobre los estudios anatómicos y la idea del cuerpo como máquina

[divider_flat] La consideración del cuerpo humano como una compleja y sofisticada máquina, autónoma e individualizada, pero máquina al fin y al cabo, es relativamente reciente en la historia. Esta idea del cuerpo toma forma en el Renacimiento y se instala progresivamente en la cultura y la mentalidad occidentales con el auge del individualismo, propiciando el descubrimiento de las interioridades del cuerpo y el ulterior desarrollo de la medicina moderna. Todo el edificio teórico y práctico de la medicina actual se cimienta en los conocimientos anatómicos a una escala cada vez más microscópica, hasta llegar al nivel molecular. El anatomista Andrés Vesalio o Andreas Vesalius (1514, Bruselas-1564, Zante), que escribió a los 28 años la obra De humani corporis fabrica (Sobre la estructura del cuerpo humano), está considerado por ello el padre de la moderna anatomía, pero su influencia va más allá.

La idea de la fabrica del cuerpo es sin duda una metáfora de lo más eficaz. Considerar al cuerpo humano como un artilugio permite hacerlo visible, mirarlo con ojos nuevos sin el peso de la tradición, abrirlo para hacerle estudios anatómicos, desmenuzarlo y contemplarlo en suma como un objeto de interés científico. Esto fue algo realmente nuevo, pues rompía con las concepciones anteriores que consideraban que la persona era su cuerpo y que éste era una extensión de la naturaleza y del universo, como explica el médico y humanista mexicano Francisco González-Crussí, profesor emérito de Anatomía Patológica en la Northwestern University School of Medicine de Chicago, en su ensayo La fabrica del cuerpo (Turner / Ortega y Ortiz, 2006).

Vesalio, que alcanzó gran fama en su tiempo y llegó a ser médico del emperador Carlos V y Felipe II, tuvo una gran influencia en muchas generaciones de anatomistas y médicos posteriores. Influyó también en René Descartes y en su célebre dualismo cartesiano (la división del hombre en cuerpo y alma), que en cierto modo ha sido motor de la medicina hasta nuestros días, cuando la neurociencia ha querido dar por finiquitado este dualismo (el libro de Antonio Damasio El error de Descartes alude a esto). Para Descartes el hombre no es su cuerpo, como se creía en la Edad Media, sino que tiene un cuerpo, una fábrica.

La noción del cuerpo como fábrica, máquina o mecanismo ha facilitado la aceptación social del trasplante de órganos y otros muchos logros científicos, pero no hay que olvidar que es sólo una metáfora. El símil de la máquina tiene el peligro de hacerse extensivo a todo el ser humano, olvidando que cada persona tiene, además de un cuerpo, una historia detrás, con sus valores, sus penas y sus alegrías. Los médicos no pueden olvidarse de todos estos aditamentos inmateriales del ser humano, como ha puesto de manifiesto la corriente psicosocial de la medicina. “Disociar al cuerpo de todos sus elementos simbólicos”, advierte González-Crussí, “sería tanto como ocuparse no de un ser humano, sino de un miembro de una especie diferente”.

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